Llegan las navidades, y con ellas un derroche de todo lo que se pueda gastar bueno, y de lo que no se pueda gastar también. La gente lo único que tiene en mente es consumir y da igual de lo que se trate, el caso es tener ese único objetivo y cuanto más se consuma, mejor.
Largas colas en cualquier tienda a la que te dispongas a entrar, empujones en todos y cada uno de los pasillos de un gran centro comercial o supermercado. Comida, ropa, juguetes, cosas que sabes que al final se acabarán descambiando más de la mitad.
No se presta atención a las cosas que son realmente importantes, lo que en el fondo es la esencia de estas fiestas. Reunirse con la familia, contar con la presencia de un ser querido al que hace mucho tiempo que no vemos, saber que las personas que realmente nos importan van a compartir momentos felices con nosotros, etc. Deberíamos pensar más en estas cosas y dejar de tener en cuenta que es mejor o más importante aquel que te hace el regalo más grande o más caro. Desde mi punto de vista hay que dejar de ser tan materialista.
Cuando escucho por las calles a esas niñas gastándose ciento y pico euros en un vestido que sólo se van a poner una noche, una noche en la cual se van a dejar un dineral por permitir que les sirvan garrafón y meta en un local que tiene capacidad para 3.000 personas a 7.800 aproximadamente. ¡Qué pena me da!
Ojalá se dieran cuenta de que esos momentos son para disfrutar de aquellos que hoy están entre nosotros pero que seguramente por las circunstancias de la vida, pronto dejen de estarlo. Solo espero que para cuando se den cuenta, no sea demasiado tarde para cambiar.
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